Poco esperábamos, muchos de mis compañeros y yo, en el acto de final de nuestra licenciatura, oír de boca del actual vicerrector que nos ha llegado el momento de saldar la deuda que tenemos con la sociedad. Ahora que seremos licenciados, tenemos el deber de pasar a ser elementos productivos, el deber de hacer que esta inversión que se ha hecho en nosotros dé sus frutos. La educación pública, ha añadido, no es un capricho, es para aquellos que son aptos, no nos podemos permitir tener licenciados que acaben trabajando en cualquier lugar, estudiar por estudiar, ¿qué sentido tiene? Su discurso, que sin duda sigue la línea del proceso de Bolonia, ha puesto de manifiesto una tendencia actual que me parece preocupante. ¿En qué se está convirtiendo la universidad pública? ¿En otra empresa?Desde mi posición de estudiante, que también forma parte de esta sociedad, me gustaría defender otra universidad. Una universidad abierta, creadora de personas capaces de pensar por sí mismas y no tan sólo de trabajadores competentes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 27 de junio de 2005