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Crítica:

En punto muerto

Stan Douglas presenta en PhotoEspaña una serie fotográfica sobre la ciudad de Detroit convertida en icono del fracaso urbano e industrial.

El trabajo de Stan Douglas sobre el centro urbano de Detroit, que se presenta en esta exposición, fue realizado a finales de los años noventa. La elección de Detroit es muy significativa, ya que simboliza la relación entre el crecimiento urbano y el auge de la producción industrial, y ofrece una imagen acabada de los efectos del capitalismo sobre las ciudades y su estructuración social. Ligada a la industria del automóvil a lo largo del siglo XX, el centro urbano de Detroit entró en declive a raíz de la salida de las industrias hacia la periferia y detrás de ellas el desplazamiento de buena parte de la población hacia barrios residenciales. Este proceso de empobrecimiento y vaciamiento del interior de la ciudad se vio acompañado de tensiones raciales y disturbios sociales que aceleraron el proceso. En consecuencia, lo que Douglas procede a registrar a lo largo de las 26 fotografías que componen esta exposición es esa ciudad desierta y degradada, una ciudad en proceso de destrucción.

STAN DOUGLAS

'Detroit'

Real Jardín Botánico

Plaza de Murillo, 2. Madrid

Hasta el 17 de julio

Pero Stan Douglas va más allá de eso y construye una reflexión sobre la crisis de un modelo de ciudad, y por extensión sobre el fracaso de un modelo social y económico. Precisamente al presentar un espacio urbano vacío, abandonado y en definitiva degradado, hace más evidentes los aspectos conflictivos que están en el origen, y al mismo tiempo se derivan, de esa situación: población marginal, violencia urbana, ausencia de políticas sociales, edificios culturales abandonados, crisis industrial y paro, etcétera. Un ejemplo perfecto de ello está en las fotografías de las casas abandonadas de Herman Gardens, un destacado proyecto de viviendas sociales construido en los años cuarenta, o en dos imágenes que resumen bien la intensidad de esta propuesta: una de ellas es la que muestra el interior monumental del Teatro Michigan convertido ahora en garaje, y otra una panorámica en la que aparecen enfrentados el edificio vacío de la fábrica Packard y la explanada del cementerio Trinity. De manera elocuente, la ruina que Douglas representa en Detroit no es sólo una ruina industrial o urbana, es también una ruina cultural en su sentido más extenso, fruto del estancamiento de la historia y del fracaso de una cierta idea de progreso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de julio de 2005