Lamento profundamente todas esas víctimas del terrorismo internacional, que se ha cebado esta vez en la City londinense, y condeno sin paliativo alguno todo terrorismo, del matiz que sea.
Ahora bien, dicho esto -de obligada mención como persona humana-, también quisiera expresar mi equivalente lamento por todas esas otras víctimas inocentes cuyo único delito no ha sido otro que el de vivir o malvivir en la mayoría de los casos en zonas calientes del planeta, como Irak, Afganistán u otras regiones atacadas indiscriminadamente por nuestras democracias occidentales bajo el pretexto de llevarles una libertad y una prosperidad que solamente reconciliándose con ellos mismos pueden lograr.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de julio de 2005