A raíz del encuentro del G-8 en Escocia, vuelve a aparecer con fuerza la idea de que el libre comercio es la solución para el hambre en África. No por mucho repetirla me convencen quienes la defienden. Si repasamos las notas de algunos de los alumnos más aplicados, la cosa asusta: Malí, uno de los primeros exportadores de algodón y arroz, con el 29% de población subnutrida; Etiopía, de café, con el 46% de hambre; Eritrea está en un meritorio duodécimo mejor exportador de harinas de cereales, con el 73% de subnutrición; Sudán, el quinto mejor exportador de sorgo, con el 27% de hambre; Togo, a la cabeza exportando semilla de algodón, con el 26% de hambre, y para terminar la macabra lista, Kenia, el magnífico líder en exportación de té y el undécimo en harina de maíz, en el que uno de cada tres de sus habitantes tiene hambre.
Que debemos cambiar las reglas del comercio internacional me parece evidente; que el comercio de las transnacionales sea la solución, pues ya no lo veo tan claro. Menos negocio internacional y más negocio local, igual por ahí encontramos soluciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de julio de 2005