"A Valverde le falta malicia", comentaba ayer un veterano, mientras a Alejandro le endosaban por segundo día consecutivo el maillot blanco, como mejor joven de la carrera que es. "Sí, ¿a quién se le ocurre irse al médico de carrera a quejarse?", corroboraba un novato más perro que Valverde.
Ayer, el día después de ganar en Courchevel, a Valverde le dolió la rodilla. Ya se temía el día después Eusebio Unzue. El director del Illes Balears, que peina canas y de tonto no tiene un pelo, lo comentó en la meta de la estación de esquí el martes, cuando Valverde recogía el león de peluche en el podio de los vencedores. Y con razón.
Ayer, cuando no se habían subido ni cinco kilómetros de la Madeleine, Valverde se fue al coche, un Audi descapotable, que conduce el médico oficial de la carrera, Gérard Porte: "Dolor en la rodilla izquierda", firmó en su parte el médico del Tour al final de etapa.
"Coges, te bajas al coche del equipo como si no funcionara el pinganillo y Santas Pascuas, no das pistas a los demás corredores", le vino a decir, ya en el autocar, un compañero. Pero durante la carrera resultaba evidente que Valverde no iba fino. Por eso subió el Galibier con las manos sobre la parte baja del manillar y el culo levantado, para no forzar en exceso la rodilla.
En el Balears, claro, se trata de minimizar el problema en su rodilla izquierda, que parece de origen tendinoso, porque al enemigo ni agua: "Recibió un golpe en la contrarreloj por equipos y tras el esfuerzo de Courchevel, ya se sabe. No estamos preocupados, pero sí atentos", dijo un portavoz del equipo.
"Me duele mucho", aseguraba el corredor tras pasar la línea de meta. Soportó el dolor y hoy saldrá otra vez vestido de blanco. Sufriendo se aprende tanto como ganando.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de julio de 2005