J. O.
Reforzar el contenido espiritual de una obra (de arte), ya sea éste procedente del orden psicológico o de la más pura estética. He ahí el (descomunal) objetivo que perseguía el cineasta danés Karl Theodor Dreyer (1889-1968), un propósito que puede sonar a chino a la mayoría de los espectadores, e incluso a buena parte de los actuales directores de cine.
Gracias a una gratificante iniciativa, hoy llegan a las pantallas españolas La palabra y Gertrud (1964), dos de las mejores obras de Dreyer, dos películas difíciles de ver en televisión y que ni siquiera están editadas en DVD en nuestro país. En definitiva, una oportunidad única para que las nuevas generaciones de cinéfilos contemplen la maestría de uno de los grandes de todos los tiempos.
GERTRUD
Dirección: Karl Theodor Dreyer. Intérpretes: Nina Pens Rode, Bendt Rothe, Baard Owe. Género: drama. Dinamarca, 1964. Duración: 119 minutos.
LA PALABRA (ORDET)
Dirección: Karl Theodor Dreyer. Intérpretes: Preben Lerdoff, Henrik Malberg, Cay Christensen, Emil Haas. Género: drama. Dinamarca, 1955. Duración: 126 minutos.
Profundamente crítico con el cine de su tiempo, Dreyer buscaba una renovación del séptimo arte a través de la abstracción, lo que se traducía en la exigencia de que el artista huyera de la realidad. El autor danés afirmaba que el arte debe describir la vida interior, no la exterior, convencido de que el abandono del naturalismo era la única opción para llevar al cine a una realidad más elevada que debía obedecer a un sentido estético. De este modo, La palabra, una obra maestra de 126 minutos construida con tan sólo 114 planos,
combinaba una elegantísima austeridad; unos decorados dotados de alma gracias a la simplificación y al rechazo de todo lo superfluo; unos objetos que ejercían de testimonio psicológico del interior de cada personaje; unas interpretaciones basadas en la fuerza de los rostros y una historia tan inverosímil como la del milagro de una resurrección. Un prodigio que convierte en creyente durante dos horas hasta al espectador más ateo.
Por su parte, Gertrud, su última película, cuenta la historia del triple fracaso amoroso de una mujer machacada por el egoísmo, la debilidad y la crueldad masculina. Una cinta en la que sus métodos se llevaban tan al límite que, por ejemplo, los personajes no se miran a la cara (no ya a los ojos) en ningún momento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de julio de 2005