Leo en la sección de Opinión el artículo de Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho, titulado Religión y escuela. Curiosamente, se trata del título de una publicación especializada sobre el tema, publicada por Editorial San Pablo y considerada de gran nivel en la materia.
El alegato que hace sobre la educación religiosa en la escuela está, a mi juicio, cargado de la misma parcialidad en sus afirmaciones que se critica a los defensores de dicha educación en el foro escolar. Podrían contestarse una por una sin demasiada dificultad y en términos muy razonables, se lo aseguro.
Mi mensaje sólo quería transmitir dos cosas: una, que sería de agradecer una mayor objetividad a la hora de tratar las cuestiones, sin tanta carga emotiva como parece transmitir el autor.
Muchas de sus afirmaciones son totalmente gratuitas y responden a un modelo de enseñanza anclado en el pasado. No es así la actual enseñanza de la religión en la escuela. Que lo pregunten en Europa.
La segunda cosa que me gustaría hacer es una invitación, a su diario y a todos en general, para que hubiera más pluralidad en sus contenidos.
Considero que una prensa de calidad no es la que se elabora para sus lectores, sino para todos. Es triste que pueda etiquetarse a nadie según el periódico que compra o el canal de televisión que ve. Sé que parece una ley de vida en el entorno mediático, pero qué bueno sería si todos tuviéramos la misma libertad (y el mismo espacio) para expresarnos en cualquier medio, sin etiquetas.
Sin grandes esperanzas de cambio, pero con la alegría de poder expresarlo, reciban un cordial saludo, extensible a don Francisco, con quien me encantaría poder compartir puntos de vista de forma más sosegada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de julio de 2005