La crisis de 2001 fue una de las más severas de la historia turca, provocando una caía del PIB del 7,5%, una recesión y una crisis del sistema bancario. La lira -la moneda local- se depreció a niveles nunca vistos. Y el capital extranjero dejó el país.
Tras este derrumbe, el FMI y el Banco Mundial acordaron un paquete de asistencia a este país de 18.600 millones de dólares en 2002, tras obligar al Gobierno a poner en marcha un programa de reformas. Ankara se comprometió a racionalizar el gasto público, reducir las subvenciones, reformar la banca, acelerar las privatizaciones y a reducir la inflación, la deuda y el déficit.
Turquía logró reducir la inflación al 9% en 2004 y rebajar la deuda pública, pero el déficit público, un 10% del PIB, está lejos del 3% que fija el Pacto de Estabilidad de la UE. Tampoco se ha reformado el sistema fiscal.
El FMI, que visitó Turquía en mayo y comprometió de nuevo ayudas de 10.000 millones de dólares para los próximos tres cursos, reconoce avances en cuanto a la estabilidad macroeconómica, pero reclama aún más independencia del Banco Central, reducciones adicionales de la inflación y mayores facilidades para poder realizar ajustes monetarios mediante el control de las tasas de interés. Factor central para poder controlar y aminorar los fectos de las crisis financieras internacionales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de julio de 2005