La realidad es que a los políticos les tiene sin cuidado el medio ambiente y en particular el medio natural. Su preocupación se reduce a la cantidad de votos que pueden conseguir argumentando razones medioambientales, y sus programas a meras formulaciones teóricas, ya que es frecuente que los millones de euros que pretenden invertir no se incorporen posteriormente a los presupuestos generales.
La más clara manifestación de esto son los incendios forestales. En verano es la única época del año en que los políticos se rascan el bolsillo y destinan algo más de dinero; el problema es que ese dinero se podría aprovechar más si se utilizara correctamente. Si ustedes se pasean por el monte en verano, verán muchas veces que los retenes, en vez de descansar, tienen que realizar los trabajos selvícolas (podas y eliminación de residuos secos) que no pudieron realizar en invierno por falta de presupuesto, y que, como dicen los ingenieros de montes y técnicos forestales, es imprescindible para la gestión de los bosques.
¿Pero por qué los políticos no hacen caso a los especialistas en estos temas? ¿No será que constituye un alto coste para un escaso beneficio electoral? Si lo árboles fueran carreteras, otro gallo cantaría.
Éste no es un argumento ecologista, es la realidad de la escasez de fondos que se destinan al patrimonio forestal en España, y sus dramáticas consecuencias. Los políticos parecen no darse cuenta de que ligado al medio natural hay un desarrollo económico, además de social y cultural, que da trabajo a una gran población, y que es clave para gestionar y mantener estas regiones y evitar el despoblamiento rural.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de julio de 2005