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CARTAS AL DIRECTOR

La 'tele' de verano

Un desierto. Tres hombres y una mujer armados de palos y lanzas. Por debajo de la superficie arenosa se acerca velozmente algo; un algo terrible. El grupo de personas ve a ese algo y va corriendo con caras y gritos de terror. Esta cosa logra coger a uno de los hombres y, mientras éste grita por el dolor y el terror, está arrastrado lentamente por debajo de la superficie hasta que desaparezca. No sabemos si se ahoga en la arena o si el monstruo se lo come. Enseguida, el monstruo ataca de nuevo a otros dos de los hombres que consiguen subir a unas piedras. Esta vez, al asomarse de la arena, vemos la cara del monstruo en toda su gloria: babosa, fea, en fin, escandalosamente horrible. Desde su punto de ventaja en lo alto de la piedra, los hombres emprenden a machacar la cabeza del monstruo a palazos, obligándole a marcharse (no sin antes emitir unos gritos de agonía terroríficos).

Apago la tele. Vuelvo a mi trabajo. Pero no puedo quitar estas imágenes de mi cabeza; y eso que tengo 43 años. Mis hijas -actualmente de vacaciones como los demás niños en España- tienen dos y cinco años. Afortunadamente, como regla, no las dejamos ver la tele de emisión (aunque sí hay excepciones especiales), sino sólo los vídeos cuyo contenido controlamos.

Gracias, Radiotelevisión Española, cuya cadena La 2 ha emitido semejante barbarie. Gracias por mantenernos -a mí y a mi mujer- firmes en nuestra postura. Por cierto, me acuerdo de un lema: "Ésta no es la tele, es La 2". Os aseguro, es la tele. Una vergüenza.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de julio de 2005