La Muttahida Majlis-e-Amal, la alianza de los principales grupos islamistas de Pakistán, aprovechó ayer el rezo de los viernes en las mezquitas para convocar una protesta nacional contra las redadas de la policía paquistaní, que esta semana detuvo a 300 radicales. Pese a las expectativas, sólo 2.000 activistas, la mayoría jóvenes, secundaron las manifestaciones. En ellas se profirieron gritos contra el presidente del país, Pervez Musharraf; el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y otros en favor de Osama Bin Laden y los talibanes afganos.
El jueves, Musharraf llamó a una guerra santa contra los extremistas y anunció una serie de medidas concretas para combatir el fundamentalismo religioso y político: ningún grupo ilegalizado podrá reaparecer bajo otro nombre; prohibición a los ciudadanos de esgrimir armas en público; persecución de editores y distribuidores de escritos, cintas de casete y vídeos de contenido radical; vigilancia de las prédicas en las mezquitas y la creación de un censo de todas las madrazas (escuelas coránicas) de Pakistán antes de diciembre.
El portavoz de la opositora Alianza Islámica, Shalid Shamsi, explicó que las protestas se deben sobre todo al registro de los lugares religiosos "para complacer a Occidente", y recordó que los suicidas del 7-J eran británicos y que ninguno de los detenidos en Pakistán tenían relación, según él, con los atentados de Londres.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de julio de 2005