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OPINIÓN DEL LECTOR

Contra aparcamiento furtivo, caza mayor

El pasado 17 de junio, a última hora de la tarde, me dirigía con un grupo de amigos desde Algorta a la estación de metro de Areeta cuando, poco antes de entrar en la Plaza del Ajedrez, tropecé, en plena acera, con un objeto inaudito. Me precipité al suelo y..: dos dientes rotos, diez puntos de sutura en los labios, fuerte golpe en la rodilla, y contusiones varias.

El objeto era un bloque de hormigón de forma poliédrica triangular ( 20 cm. de alto, 40 de ancho, y 68 de largo) que emergía de la acera. Empiezan a ser frecuentes, y su finalidad es impedir a los conductores aparcar indebidamente en calles y plazas. Resultan obstáculos de diseño muy agresivo, todo aristas y vértices, y tienen un color muy parecido al del suelo para que el impacto NO sea visual.

El que encontré en mi camino, el primero de una serie de 114, arranca a casi dos metros de la carretera, y a 1,40 m. de una barandilla que lo hace absolutamente innecesario, perdiendo así su cualidad antiaparcamiento, y convirtiéndose en una auténtica mina antipersona. Si me hubiera golpeado contra el extremo más alto, habida cuenta de que el siguiente montículo se encuentra a 1,26m. y que yo mido 1,60m., esta carta la estarían redactando mis amigos.

Ya nos estamos acostumbrando a plazas inhóspitas, sin árboles, sombras, ni fuentes; ahora parece que nos quieran acostumbrar a caminar esquivando trampas camufladas y potencialmente mortales en las zonas cínicamente llamadas peatonales. ¿Acabaremos pensando que es normal.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de julio de 2005