He aquí una película que, cuando uno la está viendo, repara de inmediato en que nunca antes le habían ofrecido la posibilidad de ver en imágenes un tema como el aquí tratado: cómo es la vida en las difusas fronteras selváticas que separan algunos países latinoamericanos, con sus guerrillas eternas, sus narcotraficantes y los soldados que supuestamente persiguen a unos y otros. El punto de arranque de este filme, un punto atrabiliario, casi siempre de interesante recorrido, aunque a la postre lastrado por un indisimulado cariño por unos personajes cuyo machismo los hace estar a años luz de una sensibilidad contemporánea, no puede ser más atractivo: la vida en paralelo de dos soldados, uno venezolano y otro colombiano.
PUNTO Y RAYA
Dirección: Elia Schneider. Intérpretes: Roque Valero, Edgar Ramírez, Ramiro Meneses, Daniela Alvarado, Dora Mazzone. Género: drama bélico, Venezuela-España-Uruguay-Chile-Colombia, 2004. Duración: 103 minutos.
Uno, el colombiano, es íntegro a carta cabal mientras el otro, un caraqueño pícaro, es más listo que el hambre y poseedor de un innato sentido de la supervivencia: si hay que traficar, se trafica; si hay que mentir, se miente, y así sucesivamente. El destino, o más bien los hados de la narración, los van a vincular con lazos indestructibles. Ambos conocerán todas las circunstancias de la vida en esas difíciles tierras, ambos serán tomados por quienes no son y ambos, en fin, se jugarán la vida en más de una ocasión, hasta terminar constituyendo un verdadero barómetro para medir algunos de los males que aquejan a países como la Venezuela o la Colombia que la narración convierte en verdaderas protagonistas.
Tiene la película un tono entre realista y aventurero que en ocasiones le va bien a lo que está mostrando (su ritmo es siempre vertiginoso) pero en otras, sobre todo cuando se muestran secuencias de acción, hace que se resienta un tanto el interés, probablemente por la impericia de la narradora. Pero lo más criticable está en el excesivo cariño que el filme demuestra por sus dos protagonistas absolutos, a quienes concede mucho más que lo que sin duda merecen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de julio de 2005