Leo en el editorial de EL PAÍS de 31 de julio que "en algunos lugares de Níger las organizaciones humanitarias están colocando pulseras rojas a los niños en peligro inminente de muerte por hambre, y amarillas a los menos gravemente malnutridos".
Mientras que en los países en que desconocemos lo que es la hambruna, hemos pasado a distinguir las causas solidarias con pulseras de colores (cosa que está muy bien), en Níger un color marca la tibia diferencia entre estar muerto y estar vivo de hambre. Quizá para esta causa deberíamos llevar todos de manera permanente brazalete en vez de pulsera. Negro luto, por supuesto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de agosto de 2005