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Crítica:

La ciudad perdida

Hay pocos lugares que han padecido una tras otra la barbarie del hombre. Danzig, a orillas del Báltico, es uno de ellos. Stefan Chwin relata las veces y maneras en que esta ciudad ha sido víctima de episodios como la II Guerra Mundial o los atropellos soviéticos.

Hay ciudades cuya historia se resume en sus nombres. Danzig, a orillas del Báltico, es también Gdansk, la ciudad que formó parte de la Liga Hanseática y del reino de Prusia; la que perteneció al imperio alemán y la que Napoleón convirtió en una ciudad independiente; la que se integró en el Tercer Reich y la que hoy es el primer puerto de Polonia. Durante el periodo de entreguerras, entre 1918 y 1939, el Tratado de Versalles hizo de Danzig una ciudad-Estado bajo la protección de la Sociedad de Naciones, y así permaneció hasta que en 1939 Hitler la utilizó, entre otras, como excusa para invadir Polonia. Danzig, mayoritariamente alemana, vio entrar al ejército soviético en 1945, seguido de una multitud que huía de la Varsovia arrasada por Himmler. En 1947, la alemana Danzig se convirtió en Gdansk. El escritor y ensayista Stefan Chwin (1949) publicó en 1995 Doctor Hanemann, una gran novela que se vale de una experiencia humana para relatar lo sucedido en Danzig. En una primera parte, el libro narra la llegada del Ejército Rojo y la desbandada de la población alemana -se calcula que unas 400.000 personas huyeron de la ciudad-. Hanemann, un antiguo profesor de anatomía educado en Berlín, se dispone a embarcarse junto con unos vecinos. Sin embargo, en el último momento decide volver a su casa y quedarse en la ciudad. En la segunda parte, el narrador, Piotr, que llega a Danzig en el vientre de su madre embarazada, cuenta cómo su padre salvó a Hanemann y cómo pasaron a compartir edificio con el alemán. A ellos se unirá Hanka, una mujer ucraniana que entra a trabajar de criada en casa de Piotr, y un huérfano mudo que ésta ha decidido adoptar. Piotr irá desgranando los traumas ocultos de Hanemann, de Hanka y del huérfano, al tiempo que muestra cómo los tres se hicieron inaceptables para el nuevo régimen social impuesto desde el poder comunista. En especial, Hanemann, que representa el pasado burgués, ilustrado y alemán de Danzig, supone un peligro. Las autoridades le sugieren que se marche, "nadie le pondría pegas", "usted que habla tan bien polaco y alemán". Hanemann no hace caso, hasta que se da cuenta de que su ciudad ya no es suya. Los obsesos del ciudadano puro, del ser redondo y homogéneo de Parménides, en fin, los ofendidos por quienes sincretizan una identidad múltiple (¿no les suena?) se salen con la suya. Danzig a esas alturas ya sólo es Gdansk, y no puede aceptar a ninguno de los tres personajes.

EL DOCTOR HANEMANN

Stefan Chwin

Acantilado. Barcelona, 2005

304 páginas. 20 euros

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de agosto de 2005

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