Hace dos semanas, varios familiares de enfermos estamos alimentando, con euros, un televisor en una de las habitaciones de este hospital, y el muy desagradecido no funciona.
Si hablamos con los responsables, con buenas palabritas nos dicen que hay un buzón para reclamaciones. De esta manera se quitan el muerto (nosotros) de encima. Al buzón también lo tenemos bien alimentado, con quejas.
Nos aportan un número de teléfono, un 902, alimentado a la vez con más euros, ya que llamas y se corta y te pide con la boca abierta que le eches más. Más euros. Los que llevan el asunto de los televisores del Clínico han encontrado un chollo. Un filón.
En fin, que no hay manera de que arreglen los televisores que no funcionan, porque el técnico no aparece. Ni que restituyan las horas que has pagado sin ver siquiera ni un puñetero anuncio. Lo comentamos en otras habitaciones y nos dicen que también pasa lo mismo.
De todo esto deduzco que estos señores deben estar gordísimos de dinero, de quejas y de televisores inservibles. Se mofan tanto de los enfermos como de los familiares que nos pasamos el día subiendo y bajando tratando de ver las caras a esos desaparecidos en combate.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de agosto de 2005