Quizá, Valencia en agosto es un espejismo. Una ciudad que se imaginan los seres del desierto que permanecen en el espacio que ocupa la ciudad el resto de los meses. Quizá, todos los que se van este mes, se llevan la ciudad pedazo a pedazo. A lo mejor, sin saberlo, los que permanecen son unos serenos posmodernos que vigilan un espacio vacío.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 17 de agosto de 2005