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CARTAS AL DIRECTOR

Raro

Arganda del Rey, Madrid.

Cuando voy por la calle y pasa un joven subido en un ruido en forma de moto, sonrío; si lo que oigo es el tronar de la radio que sale de un coche, giro la cabeza y saludo; si salgo el fin de semana, a todos los que me adelantan por la izquierda o la derecha a más de 140 kilómetros por hora les mando un hola cordial haciendo sonar dos veces la bocina; en las madrugadas, cuando me despiertan enormes risotadas procedentes de la vía pública, salgo al balcón y doy las buenas noches a sus divertidos autores; siempre que voy a la consulta del médico y hay algún niño pequeño chillando y pataleando sin que sus imperturbables padres intervengan,

lo comprendo y callo; si hacen estallar un generoso arsenal de petardos y cohetes de día y de noche, antes y durante las fiestas patronales de cualquier lugar, animo a que se siga la parranda... ¿A que, a juicio de muchos, soy un tío tolerante, de espíritu juvenil y con buen rollito? Qué raro es todo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de agosto de 2005