La medicina sigue ganando posiciones en la batalla contra el cáncer. Aunque sigue siendo la primera causa de mortalidad en España, la mitad de los pacientes a los que se diangostica sobreviven a los cinco años, lo cual es sinónimo, en la mayoría de los casos, de curación. Hace ya tiempo que el diagnóstico del cáncer ha dejado de ser una sentencia de muerte y los progresos que se han producido en los tratamientos en los últimos años hacen prever nuevos avances. Hay razones pues para la esperanza. Pero la alegría por el progreso no debería llevarnos a ignorar las carencias. Para combatir el cáncer hay que luchar en dos frentes: una adecuada respuesta terapeútica una vez diagnosticado, y acciones preventivas sobre las causas identificadas.
En el primer frente España tiene una posición muy favorable. Los pacientes oncológicos españoles tienen las mismas posibilidades de curación que los de los países más avanzados. Pero en el segundo la situación deja mucho que desear. El caso del cáncer de pulmón es paradigmático. Se da la paradoja de que el tumor más frecuente y de peor pronóstico es el más claramente evitable porque su causa principal está bien identificada: el tabaquismo. De las 94.123 muertes por cáncer estimadas en 2003, 18.050 fueron de pulmón. La mayoría eran hombres, pero este tipo de tumor crece de forma alarmante entre las mujeres. Es lamentable que el gran beneficio que las mujeres han obtenido de un diagnóstico más precoz y mejores tratamientos en el cáncer de mama, se esté compensando con una mayor incidencia del de pulmón. Mientras las muertes por cáncer de mama (5.328) descienden un 1,4% anual, las causadas por el de pulmón (2.172) crecen a razón de 1,75% cada año. Tristes estadísticas de pérdidas irreparables que podrían evitarse con una medida muy simple: dejar de fumar.
El hecho de que 35 de las 52 provincias españolas no tengan registro de tumores es un indicador de que la prevención cuenta poco. La existencia de estos registros permitiría comparar la supervivencia en distintos lugares y evaluar la incidencia de posibles causas ambientales. La primera herramienta de la prevención es el conocimiento y en esto España tiene aún mucho que mejorar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 19 de agosto de 2005