La capital de los asentamientos judíos de la franja de Gaza quedó ayer en silencio después de 48 horas de tensión y disturbios. Ayer por la mañana, los colonos y jóvenes opuestos a la evacuación se habían marchado de Neve Dekalim. Una mujer que caminaba con el pelo cubierto por un pañuelo y un niño en brazos era uno de los últimos habitantes del asentamiento. Entre las casas de una colonia donde llegaron a vivir casi 500 familias, era todo un reto encontrar un solo residente. Algunas viviendas habían sido vaciadas por completo y se habían quedado incluso sin ventanas ni puertas, sin enchufes, lámparas, grifos o bañeras, y en casos más extremos, sin ni siquiera tejas. En cambio, en otras parecía como si sus residentes se hubieran ido a comprar el pan en una mañana de domingo, con unas botas contra la puerta de entrada, paños de cocina que se secaban al sol y una bicicleta apoyada contra la pared. Unas gallinas abandonadas picoteaban dentro de su jaula a pesar de que alguien había abierto la puerta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de agosto de 2005