Róbson de Souza, Robinho, se despidió ayer de la afición del Santos. Besó el escudo. Se le humedecieron los ojos. Y marcó, ante el Figueirense, un gol, el último en el estadio de Vila Belmiro. Robinho viaja a España, en principio, el próximo 25 de este mes para incorporarse al Madrid. "Es un crack, un ídolo del fútbol, va a dejar mucha nostalgia en la afición", comentó el delantero del Santos Saulo. Sus compañeros, el pasado sábado, le despidieron con una ducha de yema de huevo y harina. "Estamos felices por él", fue más escueto Ricardinho. Su técnico, Marcello Gallo, fue más expresivo: "Su calidad es indiscutible. Ha sido grande para el fútbol brasileño y me siento honrado de haber trabajado con él". El futbolista, antes de jugar el encuentro, comentó a una televisión local que sus amigos le gastan bromas llamándole galáctico, pero que a él no le gusta eso: "Me llamo Róbson".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de agosto de 2005