Si ustedes quieren ver una réplica del extremado desierto asiático, no tienen más que acercarse a la calle de Agustín de Foxá. Dunas de arenas móviles impiden la visión. Antes pasaba una barredora mecánica y alguna vez un camión cisterna. Han desaparecido. ¿Los habrán movilizado para alguna misión en el cercano Afganistán?
Todo es posible en este verano, en donde la neblina del polvo en suspensión aliado con las altas temperaturas nos trasladan a un escenario seudofuturista y terrorífico de Mad Max. En eso se está convirtiendo Madrid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de agosto de 2005