La cordura, el sentido común y, principalmente, la armonía entre el hombre y la madre Tierra, que en este país, hasta hace dos generaciones siempre hemos llevado a gala, la estamos perdiendo a pasos agigantados.
En Andalucía, como en la mayor parte de la península, los veranos siempre han sido muy calurosos y aunque por culpa de todos nosotros las temperaturas sean más extremas, es de justicia que los señores que cobran por administrar, orientar y prevenir el presente y el futuro de este país, empiecen a trabajar y dejen de buscar excusas vanas, salidas fáciles y fotos de turno.
Un verano en la Sierra del Segura, Inocente, un pastor activo de 90 años, me comentaba con fundamentos certeros el por qué de tantos incendios forestales. Me dijo: "Todo esto del medio ambiente, prevención de incendios de la Junta, etcétera, está a años luz de la realidad, porque el bosque siempre lo había mantenido limpio la gente de la zona, con el pastoreo, el ramoneo y el corte de leña controlado, todo lo contrario de lo que se hace. A cambio, se paga vigilancia temporal con la suspicacia que eso conlleva, en bosques impenetrables que son auténticas mechas".
Comentó sabiamente que la mejor forma de prevenir los incendios era en invierno, aunque "la Administración no dispone de medios ni dinero suficiente para mantener limpios los pocos bosques que nos quedan". Es el momento de que en los colegios se ponga este tema como una asignatura más; costaría más barato que apagar incendios y reforestar luego, eso sin valorar las vidas perdidas... Nuestros hijos nos lo agradecerán.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de septiembre de 2005