Jaime Gil de Biedma, en unos versos hiperbólicos, decía: "De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España". La Historia de España, como la de todos los países, es triste, pues está plagada de injusticias y crueldades innúmeras y, cuando Gil de Biedma escribió esos versos, no hacía mucho que el país había salido de una guerra civil.
Pero en la actualidad hay ya muchos países cuyas historias son más tristes y desgraciadas que la nuestra, uno de ellos es Irak, que lleva años sin levantar cabeza, y al que le caen las calamidades una tras otra, y tiene que pagar un continuo tributo de dolor y de sangre a no se sabe qué dioses, como si hubiese un determinismo, un fatalismo ciego que se ceba en las carnes de sus habitantes.
Si nos remontamos a la deleznable, cruenta y absurda guerra contra Irán, que dejó entre uno y dos millones de muertos -las estadísticas no se ponen de acuerdo- entre los dos bandos, a la represión y crímenes contra opositores y kurdos del tirano Sadam Husein, a las dos guerras del Golfo, la de Bush padre y la de Bush hijo, por oscuros intereses, al caos actual que esa última intervención ha provocado, donde uno se desayuna cada día con los muertos de ese país, para culminar en los recientes más de mil muertos durante una procesión, a causa del pánico provocado por la noticia de que entre ellos había un terrorista suicida, uno no puede más que lamentarse por la terrible historia de una de las cunas de la civilización, por pensar con escalofríos en lo que tiene que ser allí el día a día de las personas decentes, del pueblo humillado y ofendido por unos y por otros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de septiembre de 2005