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COLUMNA

Verano

Algo tiene que traerse uno del verano. Aunque sea poco. Llega septiembre y hacemos recuento. ¿Qué hiciste de las vacaciones? Muchos de mis amigos viajeros me han narrado sus recorridos admirables, sus emociones intensas en lugares misteriosos y lejanos. El Macchu Picchu, la meseta etíope, los ríos siberianos, el desierto de Gobi, Bora-Bora, el interior grandioso de Venezuela.

Ante tantas emociones verdaderas, contadas con pasión y amenizadas de anécdotas y gastronomías, de camareros prodigiosos de Zanzíbar, de músicos callejeros de Camagüey, de derviches giróvagos de Anatolia o de los magos atrabiliarios de Baluchistán, me quedo con la boca abierta, me maravillo. Y casi se me olvida que mis amigos acompañen sus relatos con algunas coincidencias preocupantes. La más dolorosa de todas, la constatación de que masas de mendigos y de pobres sin esperanza invaden el mundo. Y de que bandas de mafiosos y ladrones asolan países enteros donde suelen gobernar otros ladrones más finos y no menos implacables.

¿Y qué hice yo este verano, triste de mí? Pues leer, estar junto al mar, cerca de Valencia, no querer viajar nada. Y, a la vez, seguir profundizando en un placer muy raro: el de presumir, humildemente, de las ciudades que no conozco, y que por eso aún puedo imaginar. El placer de intuir los espectáculos que ignoro. Las efervescencias que no me alcanzaron. Y de ahí hasta pasé a vanagloriarme de la gente importante que no conozco y que no quiero conocer. Y esto fue lo que me sugirió el mar, que todo lo iguala y que es tan fraterno en la costa mediterránea, tan saludador. Y, a ratos, leía a René Char, inagotable. También mediterráneo. Y el mundo allá lejos, el de los grandes expresos, el de los viajes intercontinentales, el de los sudores aeroportuarios, el de los alacranes gigantes del golfo de Guinea, el de las indigestiones de especias orientales, el de los mercadillos indígenas, el de las máscaras rituales, el de los campamentos étnicos. Tal vez no exista ningún viaje como aquel que nos propone la palabra que fluye dentro de nosotros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de septiembre de 2005