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COLUMNA

La espiral

El hecho de que el Hércules haya tenido que aplazar unas horas su partido contra el Almería (que iba a ser retransmitido por Canal 9) para no coincidir con la manifestación que esta tarde recorrerá Alicante en favor de trasvasar el agua del Júcar al Vinalopó desde Cortes de Pallás (y contra la alternativa del Azud de la Marquesa), indica hasta qué punto ha tenido que tirar de los hilos el Consell para zurcir cualquier vía de dispersión que le pudiera deslucir un acto que acopla mejor con el partido que con la máxima institución de los valencianos. Porque en este asunto Francisco Camps ha enterrado a Don Tancredo y ha echado el énfasis por la ventana, aunque en la operación ha tenido que desentenderse del cometido para el que fue elegido y renunciar, por este orden, a ser el presidente de todos los valencianos y de los militantes y simpatizantes del PP, que respecto a la toma del trasvase no conforman un todo. Camps ha convertido la Generalitat en la caja de resonancia de los intereses no ya de su partido, como viene siendo habitual, sino de su circunstancia orgánica y el complejo psicológico que le causa su antecesor en el cargo. Y eso ha afilado su escorzo de navaja automática. En esa espiral sin fondo que ha abierto en el interior de sí mismo ha zarandeado a Cristóbal Aguado (AVA) casi hasta tumbarlo (al mismo que abanderó la reivindicación del trasvase del Ebro para la agricultura y que, como un Atlas huertano, cargó en sus lomos el jaleo del Agua para Todos) porque tiene una percepción distinta a la que él cabalga. Ha vetado por lo mismo a José Pascual Fortea, el presidente de la Comunidad de Regantes de Sueca Júcar, que es del PP desde que se llamaba Alianza Popular, y quien para mayor escarnio tuvo que acudir al pleno celebrado en el Palau de la Generalitat con una invitación de Esquerra Unida. Ha arruinado el futuro a Joaquín Rocamora (Coepa) forzándole a que su organización plantase al líder de la oposición, Joan Ignasi Pla, unos días antes de la manifestación. Incluso, con su truculenta instrumentalización, ha marchitado la primavera de Canal 9 que él mismo impulsó como expresión y evidencia de lo que habría de venir. Su sonrisa ya no es de este mundo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de septiembre de 2005