A mediados de junio mi mujer ingresó para dar a luz en la clínica Sant Jordi de Sant Andreu, en Barcelona. Afortunadamente el parto fue bien, pero en los 45 minutos escasos que estuvimos en el paritorio, alguien entró en la habitación que nos habían asignado al ingresar y se llevó del armario nuestras carteras y la cámara de fotos, que estaban guardadas en nuestras bolsas.
Según la gerente de la clínica, descuidamos nuestras pertenencias y, con la ley en la mano, la responsabilidad de lo acontecido es únicamente nuestra. Nos parece profundamente injusto que se considere una negligencia por nuestra parte un robo de estas características. En ningún momento se nos avisó sobre la inseguridad del centro (en las habitaciones no hay carteles informativos que alerten a sus ocupantes) y no se nos ofreció la posibilidad de custodiar nuestros objetos de valor. Quizás pecamos de ingenuos y nuestra negligencia fue ignorar que, cuando en una clínica uno se ve forzado a abandonar precipitadamente su habitación para recibir asistencia médica urgente, es de esperar que cualquier persona entre a husmear sus cosas y se lleve tranquilamente lo que le parezca ante la indiferencia de los responsables del centro. En cualquier caso, nosotros no volveremos a esa clínica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de septiembre de 2005