Qué pena me da mi televisión. Yo siempre he considerado a Telemadrid como mi tele. La veo desde sus comienzos con esos jóvenes periodistas de los servicios informativos que hacían unos telediarios amenos, claros, sencillos, pero sobre todo daban información, no opinión. Todo este estilo se mantuvo desde Joaquín Leguina a Alberto Ruiz-Gallardón. Pero desde que un tal Tamayo permitió el último cambio, todo esto ha variado: estos nuevos periodistas informan opinando, arrastran los adjetivos por si no nos hemos dado cuenta (el Gobierno socialista no ha permitido a Telemadrid tener un segundo canal...), porque, claro, lo importante de la noticia no es saber por qué, sino que el Gobierno es socialista; un horror, vamos. Por eso, si alguien es flaco de memoria y no recuerda los telediarios de la época del Gobierno anterior, que vea Telemadrid en la actualidad. Pero, señora Aguirre, no se corte, a sus informativos les falta la guinda: contrate al señor Urdaci, por lo menos para comentar temas laborales y sindicales. En fin, con pena tengo que decir adiós, Telemadrid, adiós. No volveré a ver ni un programa informativo más. (Espero y deseo que sea un hasta luego). Anda, olvidaba la última: ¡ahora va a ser la televisión que defienda España.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de septiembre de 2005