Todo es gigantesco en este megaproceso contra el primer anestesista con asesor de imagen: máxima expectación, atención mediática, monumentales instalaciones judiciales, ingente número de afectados y de abogados, miles de folios en el sumario, de años de prisión, de millones de euros...
El acusado, en su soledad ante el banquillo, participa de la desmesura, y quizá por eso ha certificado ante la sala la prodigiosa dimensión de su resistencia física en el ejercicio profesional: con café o sin café (y desde luego, sin opiáceos) fue capaz de un también exorbitante número de guardias seguidas. Y, lo que todavía es más notable: hubo incontables ocasiones en las que, al mismo tiempo, super Maeso prestaba sus servicios en dos hospitales a la vez, y eso que del tercero le despidieron por ausentarse. Sólo cuatro jornadas de macrojuicio y ya han asomado las orejas ciertos intentos de tomadura de pelo y varios lamentables amagos de juicio paralelo y explotación del dolor en un reality televisado, al que sólo le faltó llevar anticuerpos al plató. También ha irrumpido una buena colección de mitos, algunos no tan inocuos si llegaran a arraigar. Por ejemplo, que el maxivirus de la hepatitis C sólo necesita del aire o la saliva para contagiarse, aunque alojarlo en tu sangre no tiene importancia ni consecuencia. En el campo contrario también brotan las hipérboles: constituye la leyenda principal de algunos acusadores que infección es sinónimo, indefectiblemente, de sufrimientos sin fin, y poco menos que una condena a muerte.
Cuatro mañanas han bastado para fundamentar algunas certezas: que el tramposo furor laboral del anestesista era conocido, tolerado y ocultado en La Fe. Y que las monjitas del Hospital Católico La Salud, beneficiarias del plan de choque, no controlan nada en el aspecto sanitario, limitándose a proporcionar una hostelería aceptable.
Salvaguardando los derechos de las víctimas, recordemos que muchos dineros están en juego. Adivina adivinanza: ¿ de qué bolsillos saldrán si la Generalitat debiera indemnizar por responsabilidad civil subsidiaria?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de septiembre de 2005