Creo que el nuevo Diccionario del estudiante de la Real Academia "mola" mucho, pero se han "colado". Un diccionario destinado a un público concreto debe servir para solucionar sus presumibles insuficiencias, no para ratificar sus jergas, que de hecho conocen mejor que sus señorías académicas. Es decir, se ha optado por un enfoque tan complaciente como absurdo: los jóvenes saben lo que es molar y mogollón, pero no lo que es una azagaya o una esteva. Se incluye lo que conocen y se elimina lo que no saben. Pues qué bien, mola mazo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de septiembre de 2005