"Dime que me quieres, dime que siempre me has querido, dime que siempre me querrás...". Esto me decía mi marido, mi compañero, durante 21 años, hasta que un infarto le apartó de mi lado el pasado diciembre. No solamente amor es lo que compartimos (tenemos un hijo de 19 años) durante tan-
to tiempo, lo compartimos todo, y unimos nuestras vidas voluntariamente y, claro está, sin -"vínculo matrimonial"- como la Ley de la Seguridad Social exige para considerarme legalmente su viuda.
Compartimos las épocas buenas y también las malas, cuando mi marido estuvo en el paro y también cuando cotizaba a la Seguridad Social, preguntándome ¿quién disfrutará de esas cotizaciones? Trabajó en CC OO durante los últimos 10 años de su vida y me consta que, al menos para ellos, sí soy su viuda, ya que sus actos así me lo han demostrado.
Me gustaría saber en qué me diferencio yo de todas aquellas viudas que han perdido a la persona amada, que están tan tristes como yo lo estoy sin mi compañero y que, porque la Ley General de la Seguridad Social así lo entiende, no sólo me cambia la vida, sino que me veo obligada a deshacerme de la casa, que con tanto entusiasmo compramos hace apenas dos años, y que ahora, sencillamente, no puedo seguir pagando con un solo sueldo.
Me permito recordarle al Gobierno socialista su programa electoral, cuando decía: "El Partido Socialista dará pensión de viudedad a todas las parejas de hecho cuando fallezca uno de sus miembros, equiparando de este modo a estas uniones con el matrimonio tradicional...". Yo, sin duda, soy una viuda de hecho.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de septiembre de 2005