Los hay que tiran la piedra y pretenden que no se les vea la mano. A raíz de la aprobación de la ley de matrimonios homosexuales, y ante la incapacidad de ciertos sectores de "imponerse" a la voluntad de un pueblo, nos hallamos ante una avalancha de pancartas, lemas, y retahílas, más lógicas en fechas de chirigotas gaditanas que de estas en las que estamos. Sí, señores míos, y es que en algunos sectores parece que se acaban de despertar de una hibernación que les ha durado varios siglos, y siguen empeñados en convencernos de que esta ley perjudica, y quita derechos y libertades al resto de la sociedad, cuando es justamente lo contrario. Es una aberración que se diga que con la presentación del recurso de inconstitucionalidad no se va contra los homosexuales, cuando por un lado se está pidiendo derogar una ley que lo único que hace es extender derechos a una gran parte de la sociedad que ha estado injustamente perseguida, marginada y mermada de libertades por el único hecho de amar.
Y por otro se dice que no convendría hacerlo simplemente por cuestiones de "oportunismo político". Yo a eso no sé cómo lo llamarán ustedes, pero yo no le encuentro otro calificativo que apología de la homofobia. ¿Es que a caso a alguien le quedaba alguna duda de que el "bipartito" PP e Iglesia no estaban detrás de tales manifestaciones "anti-mal"? Ese partido que hizo caso omiso a todo un país cuando se manifestó en contra de una guerra. Y esa iglesia cuyos dirigentes son capaces de llamar "inmorales" a los homosexuales por el mero hecho de amar, y en cambio tuvo en su día la sangre fría de pedir comprensión para aquellos curas que abusaban sexualmente de monjas. Como persona, y mujer que ama y se siente amada por otra mujer, no puedo sentir más que pena e indignación ante tanta falsedad y manipulación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de septiembre de 2005