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COLUMNA

La Luna

En la Casa Blanca están pensando en promover otra misión a la Luna. Quizá tratan de ocultar algo. El viaje a la Luna en 1969 fue un extraordinario acontecimiento. Creó grandes expectativas, nos puso el cerebro incandescente, pero no sirvió para nada. La humanidad dio un salto gigantesco, aunque no nos mejoró la vida y resultó un fiasco hasta para los geólogos, que constataron que los pedruscos que trajo el Apolo 11 del Mar de la Tranquilidad no eran distintos a los de cualquier yermo terrícola. Lo único que sustanció aquel viaje, aparte de desviar la atención de donde interesara, fueron los nombres de Armstrong, Collins y Aldrin. Sin embargo, desde el punto de vista simbólico, haber pisado aquella magnífica desolación hinchó un globo de optimismo mundial. Desde entonces a la Luna la miramos de otro modo, aunque sigue siendo la misma. Algo así le ocurre al Estatut valenciano tras su cacareada reforma. Parece otro, pero básicamente se ha tratado de otro viaje a la Luna, con nuevos armstrongs, collins y aldrins consagrados por la fotografía. Aparte de la capacidad de disolver las Cortes y del efecto de protagonismo que le ha conferido su anticipación, en lo más atrevido sólo plantea potencialidades supeditadas a decisiones exógenas. Que es como colgarse una lámpara en el techo sin que Iberdrola haya decidido trazar suministro eléctrico por allí o en ese plan. Pero el gran asunto de los símbolos es que sin resolver nada lo alivian todo. Y ahí estamos. Su aprobación en el Congreso de los Diputados se ha traducido en un vendaval de optimismo en los dos principales partidos que han convertido sus alocuciones en un vistoso castillo de fuegos artificiales. Y no es para menos. Juntos han sentado las bases para celebrar solos el 25 aniversario del Estatut en la próxima legislatura, condenando a las minorías a la intemperie parlamentaria. Y por separado, el PP ha justificado una legislatura paralítica e inestable, mientras que el PSPV se ha pintado un halo resolutivo como oposición. Y en eso consiste la conquista de la Luna. Lo otro, es decir, profundizar en la calidad de la gestión de lo que nos fue transferido para librarnos de maesos, chorizos y hacernos la vida más vivible, pertenece a la Tierra.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de septiembre de 2005