Hace 22 años mi madre tuvo que ir al hospital el último día de su vida. A finales de julio de 2005, mi padre de 89 años falleció en el hospital. Le cuidamos en casa durante una larga enfermedad.
El último día de su vida necesitaba oxígeno y suero intravenoso, pero no conseguimos la atención sanitaria en nuestro domicilio. El equipo de cuidados paliativos de nuestra área sanitaria no podía atender esas necesidades. El 061 sólo nos envió una ambulancia para llevarle al hospital. Murió a las 12 horas de ingresar. Él y nosotros queríamos que muriese en casa. Él, que estaba tan indefenso, se dio cuenta de que le sacábamos de casa y tuvo que sufrir toda la agresividad que conlleva el traslado y la atención en el hospital.
¿Cuándo se van a tener en cuenta las necesidades de los ancianos y enfermos terminales que desean morir en su domicilio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de septiembre de 2005