El reciente voto particular del magistrado Martín Pallín en contra de la sentencia de la Sala del Supremo sobre un delito de tráfico de 0,173 gramos de heroína me hace recordar aquello de que el derecho penal ha de ser el más humano de los derechos, tal vez por ser el más cruel; es decir, el que priva a las personas de un bien jurídico tan precioso como la libertad. La respuesta de la Ertzaintza contra del magistrado se entiende por un punto de vista desenfocado; la pobreza (de color africano) ha de ser criminalizada por el derecho penal, y la policía es la primera presionada por esa divinización del principio de la seguridad. Como si esos 0,176 gr. pesaran en seguridad tres años de cárcel.
La respuesta policial a una filosofía social de la seguridad como valor supremo choca contra el principio de humanidad y proporcionalidad, y hará que este señor africano cumpla tres años en prisión. En fin, un dislate. Afortunadamente, alguien en el Supremo se acordó del principio de humanidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de septiembre de 2005