Alcalde: sólo unas líneas para decirle que en muchos momentos del día me acuerdo de usted al despertarme con el ruido de las máquinas que habitan muy cerquita de mi casa.
Al salir de ésta y pisar el barrizal en el que se ha convertido el primer tramo de la ribera del Manzanares y que, en pequeñas dosis, voy trasladando al interior de mi coche para estar acorde con el exterior. Lavarlo sirve de poco dadas las circunstancias. Por la tarde, al volver a casa, no encuentro estacionamiento, pues las obras han reducido un tercio la posibilidad de hacerlo, y por la noche dejo la ventana abierta y no sólo entra polvo, sino también otros ruidos nocturnos de la pesada maquinaria.
También me acuerdo de la carta tan amable que me mandó diciéndome que el Ayuntamiento de Madrid estaba acercando los colegios electorales a los vecinos, pero que en ese esfuerzo yo era un perjudicado y me mandaban a votar el doble de lejos.
Ustedes dicen que lo peor de las obras ya ha pasado, que las mejoras serán muy superiores a las molestias actuales, pero, por favor, no estudien las repercusiones medioambientales, económicas y psicológicas sobre los vecinos porque nos están acercando tanto el futuro bienestar, que a algunos "perjudicados" nos está resultando bastante molesto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de septiembre de 2005