Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a Pablo Ramos, con 18 años recién cumplidos, no le importa que le nombren al campeón Fernando Alonso cuando intentan darle ánimos sobre su futuro profesional como rejoneador. En Zafra (Badajoz) todos conocen a Pablo. Fue alguacilillo ocho años, cuando no levantaba un palmo. Nunca ha subido a lomos de 1.000 caballos como Fernando, pero con ir encima de uno, vale. Desde los tres años, como el asturiano en lo suyo, monta a caballo y cuando pudo encajar los pies en los estribos de una yegua llamada Lotería domó el primer potro salvaje, algo no exento de complicaciones. Los recursos son escasos en su familia, pero el ejemplo de Alonso cunde y ha hecho que caballos desechados por otros se conviertan en toreros con él. El joven estudiaba 12 horas en la cuadra, con los caballos, pero lo que hacía en realidad era observar a los animales. "La fuerza de voluntad y ser constante, seguro que me hará triunfar", dice esperanzado. Ahora, sólo pide una oportunidad, como en su día Alonso, y que algún empresario apueste por él para salir por la puerta grande.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de octubre de 2005