Los árboles me han permitido ver el mejor espectáculo que podía darnos el eclipse de sol.
Su sombra brindaba, sin el menor peligro para la vista, cientos de fotografías actualizadas al segundo del eclipse solar que se estaba produciendo.
Formaban cientos de cámaras oscuras naturales que permitían seguir el particular baile de los dos astros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de octubre de 2005