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OPINIÓN DEL LECTOR

Persistir en el error

Valencina de la Concepción (Sevilla)

Valencina no es, ni ha sido nunca, al menos desde el cuaternario hacia acá, un valle, y tampoco tierra de encinas. Alguien en el Ayuntamiento, aficionado seguramente a resolver jeroglíficos como pasatiempo, se le ocurrió decir que Valencina era producto de la unión de dos sustantivos: valle y encina. Y, consecuentemente, al colegio público llamado Cristo Rey lo renombraron con el de "Las Encinas". Error, craso error, que el catedrático de Lengua, José María Pérez Orozco, basándose en datos del historiador local y cronista de la villa, Evaristo Ortega, se encargó de criticar y dejar muy claro el error cometido en la propia revista del Ayuntamiento. No obstante, al cabo de unos años, el Ayuntamiento vuelve a insistir en el error, elevándolo ahora a categoría de monumento. Y, ni corto ni perezoso, en la rotonda del cruce de la carretera a Gines con la que va a Salteras, coloca un gran monolito coronado por dos encinas naturales. Valencina es un alcor; no en balde ha sido el apellido que ha llevado este pueblo durante varios siglos, hasta que, en 1950, el llamado "buen alcalde", se lo cambió por el de la Concepción. No hace falta explicar que alcor, significa todo lo contrario que valle. Pero es que, además, la simple regla lingüística rechaza de plano tal posibilidad. Cuando se quiere juntar dos sustantivos, es indispensable la preposición "de". Ejemplos tenemos muy abundantes como Valdeflores, Valdepeñas, Valdecaballeros. Para que ello fuera así se debería llamar Valdeencinas. Sin embargo, cuando se une el sustantivo Valle con un adjetivo, es cuando no lleva preposición. Ejemplo: Valverde. ¿Y cuál es el origen etimológico de Valencina? Ya se ha publicado y lo tiene documentado el historiador local, Evaristo Ortega. Proviene del nombre de un alto personaje romano llamado Valens, probablemente un general, que, cuando el esplendor de Santiponce, se asentó en este lugar construyéndose una quinta, de la que aún quedan vestigios, dándole su nombre al lugar. Cuando en el "Repartimiento de Sevilla" llevado a cabo en el siglo XIII, las toponimias sufrieron una profunda modificación para adaptarlas al castellano. Y tal como explica en su obra el catedrático Julio González, se añadieron diversas terminaciones a los lugares, como "ina", "ena" "ona"; así, dice, que Valens, se convirtió en Valencina. También surgieron otras como Constantina, Marchena, Carmona... Sólo un ánimo constructivo me lleva a poner de relieve este error, con el sano propósito de que pueda tener alguna solución, como por ejemplo, colocar en el monolito la representación de un dolmen, de los que Valencina posee gran riqueza, no sólo por los excavados ya, sino por los muchos que aún quedan por desenterrar. En definitiva, que el error no se vaya a convertir en el monumento a la incultura, a la ignorancia, o lo que es peor, a la indolencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de octubre de 2005