Silvio Berlusconi salió ayer vencedor de una agitada sesión parlamentaria en la que se jugaba el cargo. Introdujo en la Cámara de Diputados un polémico proyecto de reforma del sistema electoral y su coalición de centro-derecha ganó una serie de votaciones decisivas. Una derrota habría acarreado, con casi total seguridad, la dimisión del presidente del Gobierno.
La disciplina de voto de sus diputados, asegurada con amenazas y una vigilancia estrecha de los dudosos, dejó en cambio cercana a la aprobación una ley que, para la oposición, constituye una de las jugadas más sucias en la carrera política del Cavaliere.
Los italianos decidieron en referéndum, en 1999, que no querían seguir eligiendo a los parlamentarios por el sistema proporcional, identificado con la partitocracia y la corrupción de la Primera República. Berlusconi, ahora, quiere acabar con el sistema mayoritario y volver al proporcional porque es, dice, "más democrático". Su maniobra, a apenas seis meses de las elecciones generales, ha sido definida por el centro-izquierda como "estrategia de Sansón".
Olfateando la derrota que pronostican todos los sondeos, Il Cavaliere quiere morir matando: la nueva ley impedirá que la coalición de Romano Prodi, en caso de victoria, disfrute de la estabilidad en el Gobierno que ha caracterizado el quinquenio berlusconiano. Las proyecciones indican que el sistema proporcional restará diputados al vencedor y tenderá a igualar a las dos grandes coaliciones. También dará más influencia a los partidos pequeños, lo cual siempre resulta más incómodo para el Gobierno que para la oposición; concretamente, robustecerá a Refundación Comunista, el grupo más volátil en la coalición de Prodi. Y, sobre todo, dará alas a la eterna tentación de la reunificación democristiana y la reconstrucción de un centro-bisagra.
Pocas deserciones
El centro-izquierda presentó dos mociones de inconstitucionalidad, con la esperanza de que unos cuantos diputados del centro-derecha aprovecharan el voto secreto para romper la disciplina. Pero las deserciones fueron poquísimas: las mociones resultaron rechazadas por 326 frente a 270 y 325 frente a 272.
La presencia de Berlusconi, que por primera vez en cinco años permaneció toda la jornada en la Cámara, ayudó a intimidar a los potenciales rebeldes. También hubo amenazas veladas. El ministro de Reformas, Roberto Calderoli (Liga Norte), afirmó que los técnicos informáticos del Parlamento podían descubrir el voto emitido desde cada escaño: "No habrá francotiradores, porque todos saben que el voto no es del todo secreto", dijo. La oposición montó un escándalo y el presidente de la Cámara, el democristiano Pierferdinando Casini, garantizó la opacidad de los ordenadores y amonestó a Calderoli.
"Es un día muy triste para los italianos, porque se están cambiando las reglas del juego justo antes del partido y, además, se están cambiando mal", dijo Romano Prodi. Las más de 500 enmiendas de la oposición serán votadas, englobadas en paquetes para acelerar el trámite, en los próximos días.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de octubre de 2005