"Somos los últimos de Filipinas", bromeaba ayer Charo Miguel (en la fotografía, en la ventana andamiada de su casa), vecina del número 12 de la calle de José Antonio Armona, mientras llenaba cajas con sus enseres junto a su hija Elsa y su yerno. La familia es la última de las siete que han sido realojadas porque sus viviendas están afectadas por las obras del Circo Estable. Irán a vivir fuera de su barrio, pero atrás dejarán los andamios, los puntales y las grietas con las que han convivido los últimos tres años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de octubre de 2005