Jorge Valdano, el ex director deportivo del Madrid, maravillado por la potencia y la fría efectividad de Ronaldo, dijo una vez: "Cuando ataca Ronaldo es como si atacara una manada de búfalos". El delantero nunca quiso quitarle la razón. Y un día, contra el Atlético, se la dio como ningún otro: con el Bernabéu como testigo, Ronaldo agarró el balón en el centro del campo, embistió contra la defensa y marcó. No había pasado un minuto de juego. Era uno más de los 13 goles que el delantero ha marcado al Atlético en diez partidos, ocho con el Barça y cinco con el Madrid.
Ronaldo, veneno hecho delantero, es un martillo pilón. Y su yunque preferido es el Atlético: sólo el Valencia, al que el brasileño ha marcado ocho tantos en la Liga, le ha sufrido tanto como el equipo rojiblanco. El delantero, que ayer se entrenó abotargado por el frío madrileño, marcó su primer gol español precisamente ante el Atlético. Fue en la Supercopa de 1996. Ronaldo, asociado con Giovanni, fabricó un par de goles para enmarcar, la unión perfecta de la técnica con la potencia y la velocidad imparables de un velocista.
Con aquella exhibición, España descubrió a un nuevo tipo de delantero. Habían acabado los tiempos de Romario y Bebeto, goleadores livianos y técnicos, especialistas de la pausa, sus mentores en la selección brasileña campeona del mundo en Estados Unidos 94. Casi diez años después de su primer gol en España, Ronaldo sigue goleando. Hoy tiene una nueva oportunidad frente al Atlético, su víctima preferida. Nadie puede parar al búfalo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de octubre de 2005