El dueño de la casa hundida estaba ayer desolado. Mostafa Afelal, de 32 años, llegó de Khenifra (Marruecos) en el año 1999. Las cosas le fueron bien. Con papeles, pudo traer a su mujer y a su hija, que entonces tenía un año. Bien instalado en el barrio de Can Canals de Piera, conservaba la vieja casa de la calle de Sant Bonifaci. Según explicó a este diario, en el edificio de su propiedad habitaban de forma habitual nueve personas, aunque a veces hubiera más.Tras vivir en carne propia las dificultades de la inmigración, no dudó en dejar la casa a compatriotas. "No tenían nada", explicó. Entre ellos, había tres jóvenes de su Khenifra natal: B., J. y A., familiares de la mujer de su hermano. Los tres murieron en el trágico derrumbe, junto con otros dos compatriotas. Al que más conocía era a B., de unos 30 años, que había llegado hacía sólo un mes y con el que trabajaba. Era "serio, no hablaba mucho", recordó Afelal, si bien había llegado "contento de poder estar aquí con papeles".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de octubre de 2005