Parece ser que el enemigo a batir es el nacionalismo, pero esto es sólo una cortina de humo. Entre otras cosas porque cada uno de nosotros somos un nacionalista en potencia: unos lo son de España, otros del internacionalismo y otros de Andalucía. Tanto unos nacionalistas como otros lo que se están jugando son los cuartos, y con ellos sus respectivos estatus: la forma de vida tanto de los de arriba como de los de abajo.
Tengo serias dudas de que el objetivo de vascos y catalanes sea la independencia, entre otras cosas porque España y su influencia en el contexto global les ha garantizado a ambas nacionalidades un desarrollo social, político y económico que en otras circunstancias habría sido imposible.
Es precisamente a nosotros, los andaluces, a los que estas reglas del juego, las de los últimos veinte, o setenta años, por ejemplo, no nos benefician: las cartas están marcadas.
Las OPAs, hostiles o no, las diferentes reformas de la política comunitaria, la política fiscal, la Ley del comercio (grandes superficies) o dejar de ser Objetivo uno de la Unión Europea nos dan razones suficientes para que sea la sociedad andaluza la que esté a la ofensiva, no contra vascos y catalanes sino contra el papel que el Estado nos ha asignado.
Sin embargo, nuestros parlamentarios, sin ideas y desarmados, juegan a la contra: no tienen proyecto propio, ni para España, ni para Andalucía, ni qué decir tiene, para la Humanidad. Por este camino, seguiremos siendo a los ojos de los demás los chistosos, los pedigüeños y los vagos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de octubre de 2005