Estudio de Káminer. Shájmati, 1925
Salta a la vista que la inferioridad material de las blancas está compensada por la mala situación del rey negro. Lo asombroso no está en que las blancas ganen, sino en cómo lo consiguen. Para empezar, pongan sus asientos en posición vertical y abróchense los cinturones, porque la primera jugada implica fuertes turbulencias: 1 Tc2!! Sí, las blancas sacrifican su pieza más valiosa porque están dispuestas a pagar un precio muy alto para que su alfil pueda dar jaque desde d8. Parece mentira, en efecto, pero las blancas van a ganar sólo con su alfil, bien apoyado en el ataque por el rey y los dos peoncitos: 1... D - c2 (si se rechaza el sacrificio, la ejecución es inmediata: 1... Df8 2 Tc4+, Rg5 3 Ad2+, Rf6 4 Tf4+, ganando) 2 Ad8+, g5 3 Aa5!! (el doble signo de admiración no se debe a la amenaza de mate en e1, sino a que el alfil también amenaza dar mate en d8 si se mueve el peón de g5; y además, a que ésta es la única jugada para que las blancas no pierdan, ya que cualquier otra permitiría ubicar la dama en d2, con la triple acción de controlar d8 y e1, y clavar el peón de g2) 3... De2 4 Ac7! (se amenaza Ag3 mate) 4... Df2 5 Ad6! (¿cuándo se ha visto que un alfil muestre semejante descaro ante una dama? Es una simple jugada de espera, y, sin embargo, es mortal: cualquier respuesta negra permitirá un jaque mate, ya sea en g3, con el alfil o el peón, o en e7 si las negras avanzan el peón de g5) 5... Df4+ (el último cartucho: la dama es incomestible porque el final de peones sería tablas) 6 g3+!, D - g3+ 7 A - g3 mate. Sublime belleza de magia geométrica.
Correspondencia: ajedrez@elpais.es
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de octubre de 2005