Entre 1927 y 1970, Salvador Dalí escribió a Pablo Picasso en al menos treinta oportunidades. Las postales, cartas o telegramas, a veces con dibujos originales de Dalí, son ahora publicados en su conjunto por la editorial Le Promeneur bajo el título Dalí. Lettres à Picasso (1927-1970). Es un volumen de 216 páginas, a todo color, repleto de toreros y manolas, de paisajes de Cadaqués y, sobre todo, de la extravagante ortografía y sintaxis daliniana.
En 1927 el joven Dalí visita en París, según sus palabras, "al hombre en que más he pensado después de mi padre". "Los dos son para mí, en mayor o menor medida, los Guillermo Tell de mi vida. Es contra su autoridad que, desde mi más tierna infancia, sin vacilar, me he heroicamente rebelado", dice Dalí. No es hasta bien acabada la Guerra Civil, en 1949, que la voz del ampurdanés resuena en el vacío. Antes, varias veces, Picasso ha ayudado al joven fanático de Figueres. Según Gertrude Stein porque "Dalí, como él, y en eso es muy español, lo funda todo en su ignorancia personal". La ayuda, a veces, fue muy importante. Por ejemplo, fue Picasso quien pagó en parte el primer viaje de Dalí a Nueva York. Creía en él. "Es como ver a un motor fueraborda que no se para nunca", decía el malagueño.
Picasso lo guardaba todo. No contestaba nunca a quienes le escribían, pero conservaba cartas, postales o mensajes. Todos, dice Laurence Madeline, que ha explorado como nadie los archivos picassianos. Todos menos un telegrama de 1951 en que Dalí le dice: "Sé pues que a pesar de tu comunismo, consideramos tu genio anarquista como patrimonio inalienable de nuestro imperio espiritual y tu obra como una de las glorias de la pintura española". Laurence Madeline cree que Picasso rompió el telegrama, irritado ante el empeño daliniano de incorporarle al patrimonio cultural defendido por el franquismo.
Si en 1938 y 1939 hay constancia de que Dalí se asoma por el domicilio de Picasso, luego, en 1955, 1959, 1961 y 1970, el ampurdanés anuncia su visita, pide poder encontrarle, pero ahora el silencio del andaluz tiene otro sentido, el de una puerta que se ha cerrado.
Para el lector que conozca el catalán, el libro, en la medida en que reproduce los escritos de Dalí, es una joya. Para los demás, algo menos, pues las traducciones denotan un total desconocimiento del idioma materno de Dalí. Por ejemplo, "agafo l'ordinari" se considera una expresión "incomprensible", el "Sang i fetge" español es una "masacre ciega de los anarquistas catalanes" y el término "llumillu" -así, escrito tan bárbaramente como "asnos" en vez de "haznos"- a la editora no le recuerda el lomo de cerdo. Lástima.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de octubre de 2005