La sensación térmica difiere entre las personas. Por ello, variaciones de temperatura, corrientes de aire y, en general, las circunstancias climáticas son fuente de conflicto en la empresa. Las condiciones ambientales no deben constituir causa de incomodidad para el trabajador. Deben así evitarse temperaturas y humedades extremas, cambios bruscos de temperatura y corrientes de aire.
El cuerpo humano requiere para su supervivencia el mantenimiento de una temperatura interna dentro de unos valores estables y constantes. Una temperatura inadecuada en el lugar de trabajo puede originar en los trabajadores no sólo molestias, sino incluso situaciones de riesgo para su salud, surgiendo lo que se ha denominado estrés o tensión térmica.
Pero, con independencia de la obligación de evitar condiciones ambientales extremas, las incomodidades derivadas de las variaciones climáticas son origen de descontento laboral, en especial en lugares de trabajo cerrados donde la ventilación se realiza por sistemas de aire acondicionado. En este sentido, las corrientes de aire han sido identificadas como uno de los factores ambientales más molestos en los lugares de trabajo en general y como el más molesto en las oficinas.
El flujo de aire en un local cerrado es normalmente turbulento y su velocidad fluctúa al azar. Una corriente de aire puede definirse como el enfriamiento localizado del cuerpo causado por el movimiento del aire, pero la percepción de estas corrientes varía mucho de unos sujetos a otros. No es lo mismo una persona calurosa, que percibirá la corriente como una brisa agradable, que una persona friolera que la va a percibir como una corriente molesta. Esto, a veces, ha llevado a sus ocupantes a cerrar los difusores del aire e incluso a parar el sistema de ventilación.
Es un problema de difícil solución. Lo más aconsejable es adecuar las corrientes al tipo de actividad que habitualmente se desarrolle en la empresa y tratar de dirigirlas de forma que resulte lo menos molesta posible para quienes deban situarse en sus cercanías. Así, se ha comprobado que las personas son más sensibles a las corrientes que llegan por detrás, en la zona de la cabeza, nuca y hombros, y en los tobillos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de octubre de 2005