Hace años, por estos días, mi abuela llenaba la casa de palmatorias, recuerdos y plegarias. Luego, acudíamos al cementerio a llevarles flores a los difuntos: mi abuela tenía una libretita de cubiertas de hule, donde anotaba sus nombres, las fechas de su muerte y algunos breves comentarios. Aquel obituario doméstico era una garantía para que las almas de los muertos llegaran a su destino, aseadas, con el cuello de la camisa almidonado, y cubiertas de crisantemos, cirios y cuentas de rosario. Pero todos los muertos, todos los santos y todas nuestras costumbres más fúnebres tienen sus días contados: Halloween viene pegando fuerte. Su catálogo de criaturas abominables ha ocupado ya las grandes superficies y ejerce una irresistible fascinación social. Los americanos anglosajones nos van a colonizar hasta nuestros fantasmas de toda la vida. ¿Pero qué pueden hacer unas ánimas venerables, silenciosas y tímidas, frente al desparpajo y la agresividad de espantos como Batman, Hulk o Bush?, ¿qué espectro encarnado en la lírica de Bécquer o de algún otro romántico puede competir en descaro y abuso con los que asaltan las viviendas del vecindario y a punta de canguelo les desvalijan la despensa? Si el bocadillo de tortilla de patatas se rindió a la hamburguesa y el de mortadela, al perrito caliente, muy pronto los fieles difuntos lo harán al monstruoso censo de Halloween. Qué pérdida y cuánto destrozo. Pero, sin duda, alguien, con perspicacia y sensibilidad suficientes, se percatará de la faena y nos advertirá de que a España también la están desmembrando y rompiendo por esos territorios patrios tan indivisibles como invisibles de la santa compaña. Y entonces, la que se va a armar. Porque si alguien puede plantarle cara a la conspiración de Halloween es la FAES. Y eso se verá simplemente poniendo sobre la mesa, uno tras otro, los fantasmas de la tradición y de la fundación. Los fantasmas, sus alaridos y el estruendo de sus cadenas. A ver qué. Y luego la prueba definitiva: cuando se haga la pregunta de ¿Trato o truco? ¿Quién se quedará con el trato y quién con el truco? Sí, ya sé, la FAES es muy fina con la chistera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de noviembre de 2005