Salamanca se quedó sin la rememoración tradicional de ascender a lo alto de la torre de la catedral nueva al cumplirse el 250º aniversario del terremoto de Lisboa de 1755. Ángel Rufino de Haro, El Mariquelo, que hace 19 años recuperó la arriesgada tradición de escalar los casi 90 metros de la torre catedralicia por el exterior hasta alcanzar la veleta, vestido de charro y con el tamboril a la espalda, ayer se limitó a tocar la clásica charrada y a lanzar su proclama desde el balcón de la catedral. Los médicos le habían indicado que no debía realizar la escalada, a causa de las lesiones que sufrió en abril al caer desde un árbol. Entonces estuvo al borde de la muerte: rotura de la aorta, desgarro pulmonar y tres costillas y una muñeca rotas. Pero, aunque El Mariquelo no ascendió a lo alto de la torre para "comprobar los daños causados por el terremoto", no por ello dejó de montar su espectáculo de acción de gracias, peticiones, bailes y hasta montar una sonora traca. Además de soltar la habitual paloma mientras rogaba por la paz del mundo, lanzó un discurso solidario por los afectados de las catástrofes de EE UU, Centroamérica y Pakistán. En medio de la decepción de los cientos de forasteros que en la plaza de Anaya esperaban la subida a lo alto de la torre, El Mariquelo emplazó a la afición para el año que viene, para celebrar los 250 años de la tradición de escalar a lo alto de la torre catedralicia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de noviembre de 2005