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CARTAS AL DIRECTOR

Necesidades presentes, no futuras

Alcalá de Henares, Madrid

En los últimos años es conocida de todos la situación de envejecimiento poblacional. Ante la enfermedad las cosas también han cambiado. Las enfermedades conocidas como "agudas" es decir de aparición súbita y curso fulminante, son afortunadamente menos frecuentes y mejor controladas.

Actualmente los hospitales están repletos de personas con enfermedades crónicas, personas mayores, pacientes con enfermedades crónicas y por tanto incurables que requieren cuidados hospitalarios de forma repetida. Sin embargo, las infraestructuras sanitarias no han evolucionado paralelamente a la misma velocidad. Mantenemos hospitales preparados para recibir pacientes agudos, dispuestos a estabilizar la situación en el menor tiempo posible, tecnológicamente bien equipados pero también sobrecargados entre otras cosas por este tipo de pacientes crónicos, ancianos en muchos casos que desafortunadamente no encuentran en este tipo de hospital el mejor lugar para ser recibidos, diagnosticados ni tratados. Llegan en condiciones inestables a unas urgencias sobrecargadas, donde no es raro que deban permanecer solos, sin acompañantes y sin tener en cuenta su grado de entendimiento, en una dura camilla, durante al menos una noche o hasta que queda libre una cama en el hospital.

Posteriormente, el grado de deterioro funcional secundario a su enfermedad, que haría recomendable un tratamiento rehabilitador mínimo en la mayoría de los casos, tampoco es subsanado en un hospital donde incluso no suele ni detectarse porque no hay especialistas para valorarlo (escasos hospitales en la Comunidad de Madrid cuentan con especialistas en Geriatría).

Si existen pocos hospitales para pacientes crónicos (donde actualmente son remitidos los pacientes desde los hospitales de agudos sólo para tratamiento rehabilitador o paliativo) tampoco hay un manejo generalizado, bien establecido, a todos los niveles sanitarios, del paciente anciano.

No existe una valoración especializada geriátrica pública de fácil acceso que paute las recomendaciones básicas en todo paciente anciano y valore el tipo de seguimiento o control que requiere y que permitiría en la mayoría de los casos optimizar los recursos sociosanitarios existentes. Ni siquiera los médicos contratados en cualquier residencia deben tener una mínima preparación geriátrica (establecida por ley) para desempeñar su trabajo.

¿Podemos imaginar que a nuestros niños no los viera nunca un pediatra? ¿Por qué nuestros ancianos son diferentes? ¿Por qué son... viejos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de noviembre de 2005